El árabe parecía ser lo que la mexicana buscaba en el momento más imperfecto.
Decía todo lo que su corazón anhelaba escuchar de un hombre. Era el vato asertivo, que sabe lo que quiere y que no se anda con rodeos. Después de varios días y horas de llamadas telefónicas invitó a salir a la mexicana. Y oh sorpresa, libano man no tenía encanto, ni más tema de conversación, todo era relacionado con su país de origen, sus múltiples trabajos, sus carros de marca y su cirugía de emergencia. La velada era un monólogo con la persona más egocéntrica, racista y antipática jamás conocida.
Eran el dúo más imperfecto, idiomas opuestos, metas contrarias en fin eran el dolce and salato del lugar.
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