Recuerdo tu carrilla, tus risas, tu hambre infinita, y tu pregunta diaria después del desayuno: ¿Nachita, y qué vamos a comer?
Constantemente al pendiente de tus hijos, nietos, bisnietos, y por supuesto de mi Nana (tu costilla). También me acuerdo como te gustaba escuchar y ver el unplugged de Julieta Venegas. Te gustaba tanto como tu vasito de coca light bien helada.
Voy a extrañar tu forma impecable de vestir y de perfumarte, siempre bañadito, con tu pantalón de vestir, tus tirantes, tus calcetines blancos, tus zapatitos bien boleados, rasuradito, con tus guayaberas, tus boinitas y tu loción de Paco Rabanne.
Siempre me aceptaste como soy, con pelo rosa, arete en la nariz, épocas góticas y usando pantalón de mezclilla todo el tiempo. Siempre fui tu güera, la más carrilluda y venenosa, esa nieta que te solapaba todo. Que cuando íbamos al Ceasers te preparaba tus sopesitos de tuétanos, y te llevaba a Tecate tu coco ocasional o la manzana de caramelo.
Dejaste huella en toda tu descendencia y en el pueblo mágico que le diste tanto.
Te va a extrañar tu esposa, tus hijos, tu nuera, tus nietos y bisnietos, tus amigos, tus compañeros del club de leones, hasta tus enemigos que tanto te admiraban, la Frida y por supuesto yo, tu güera, la nieta menor.