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Hija de un poeta y una socióloga, hermana de tres mujeres , la menor de todas ellas, Escrow Manager y bloguera, friolenta y tragoncita. Que disfruta conocer diferentes lugares de comida , viajar y cocinar. Le encantan los gatos, los búhos, los atardeceres, los programas de asesinatos y concursos de resposteria, ama el café con leche y la buena conversación. Un poco obsesiva con el orden de su hogar y con los sonidos de la noche. Soy tranquila, risueña, carrilluda, independiente y muy trabajadora.

miércoles, 27 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Lección de vida

En el año 2005, a mis 18 años sentía que todo era fácil, que por fin en la universidad iba a encontrar el éxito en la vida, tanto personal como laboral, y que estaría en la carrera donde encajaría emocionalmente y me sentiría a gusto el aprender y disfrutar. Mi única preocupación en ese momento era elegir la carrera perfecta para mí, fue entonces cuando surgió la duda. ¿Cuál sería la carrera en la que yo me sentiría identificada?
El primer error fue elegir mi carrera sólo para conocer más dietas y ayudarme a bajar de peso, pensé que era muy interesante hablar todo el tiempo de calorías, gramos de grasa y carbohidratos. Déjenme decirles que pasan los meses y estás hasta la coronilla de informarte de lo que comes, desde cómo se hace el alimento, la manipulación del mismo y lo que pasa cuando te lo comes, ¡que es todo un proceso! Ya habiendo eligiendo la carrera perfecta pensaba que todo iba a ser más sencillo; he ahí el segundo error.
Se viene el primer día de clases; todo fue excelente, encontré amigos que tenía tiempo sin ver, amigos del pasado y amigos nuevos, conocí a los profes buenos y también a los malos, las compañeras y las materias de las que me fui enamorando poco a poco. En mi primer semestre anatomía y fisiología humana era mi preferida.
Pasan los semestres y vas teniendo más afinidad por unas materias. Te das cuenta de que el tiempo de aprender a contar calorías y conocer toda la información nutricional de una etiqueta ya pasó y ahora viene lo bueno, la realidad, la patología de la gente, las cuestiones psicológicas, la prevención, la mejoría y la cura de la misma. En la carrera de nutrición existen dos áreas de especialidad: área clínica y tecnología de alimentos.
Yo me fui por el área clínica; ir a los hospitales era como un sueño para mí, pese a que soy muy nerviosa y me estreso cuando un profesor me cuestiona o hace preguntas al azar en una clase; era todo un reto para mí desenvolverme en el hospital y poder ayudar a la gente, salir de un salón de clases, demostrando y aplicando todo tus conocimientos en los pacientes. Se llega el octavo semestre y yo estoy completamente enamorada de mi carrera, sabiendo que elegí lo que realmente me gustaba y ansiosa por entrar a las prácticas profesionales, pero con un terror en la cara de no saber lo que me puedan llegar a preguntar.
Comienza el mes de agosto del 2009 y se rifan los hospitales para decidir en dónde te tocará que experimenten contigo. Antes de decirles cuál fue el lugar donde me tocó. Empezaré por contarle que los horarios de un hospital son de 7 de la mañana a 2 de la tarde, contando que yo no tengo carro pues tendría que aprender a utilizar las rutas de taxi y levantarme más temprano que los demás para poder llegar a tiempo y que no me pusieron puntuaciones menos. Me tocaría desde lo más cerca de Playas de Tijuana, que es desde El Mirador hasta allá cerca de donde está el Museo del Trompo. Esto implicaría tomar más de un transporte y más tiempo, contando el horario y las zonas peligrosas de la hermosa ciudad de Tijuana. Pero en fin, tenía fe de que me tocará un lugar fácil para llegar.
Ahora sí, volviendo al día de la elección, ¡qué creen! que me toca en El Mirador, donde tendría un horario diferente a los demás, y tendría raite de ida y de venida; me sentí aliviada por ese lado, pero al mismo tiempo me sentía menos, creyendo que ahí no aprendería lo mismo que si fuera una clínica de especialidades, de esas enormes donde hay hasta gente afuera esperando por ser atendidos. Por lo tanto no estaba del todo conforme, pero en fin ahí me había tocado estar. El mismo día me dan una carta para que dentro de tres días me presentara en el lugar como la practicante de nutrición de nuevo ingreso. Empiezo mi día lunes a las 6:40 de la mañana para meterme a bañar y estar ahí a las 8:00 am, toda vestida de blanco como la nieve.
El Róber me lleva al Mirador y yo, con las manos sudadas y temblando de nervios, entro al hospital, me dirijo a las oficinas de recursos humanos y la jefa, a la que iba dirigida la carta, está de vacaciones y regresa en un mes; no obstante el único nutriólogo que sólo da consulta y no tiene función alguna en piso de hospital, dice que está harto de tener alumnas a quien enseñarles. Así que me a la media hora de estar en la institución pedí que fueran por mí, para poder ir a la universidad hablar con mi coordinador para que me asignarán un nuevo lugar. Después de que mi coordinador habló con el hospital, decide que nadie asista a ese lugar y me ofrece otro dos lugares, uno donde no me convencía ni el uniforme y el hecho de que no era un lugar exclusivo de área clínica, era más bien manejo de alimento; lo único bueno era de que una de mis mejores amigas estaría conmigo; el otro lugar era de esas clínicas hermosas, grandotas, pero lejanas, en la cual era una leyenda el hecho de que ahí aprendería muchísimo, pero ¡oh, problema! Mi jefa sería una nutrióloga reconocida, sin embargo cuando me dio clases nunca me quiso, me hacia menos delante de todos y siempre lograba que desistiera de la idea de seguir en la carrera. Por lo tanto estaba en un dilema. Mi coordinador platicó conmigo y me dijo que lo mejor sería estar dos meses en cada lugar y así aprendería el movimiento de ambos, así que accedí.
Íbamos contentas Grace y yo de estar juntas en las prácticas y de que nos recibieron con los brazos abiertos a delegarnos tareas dentro del hospital. Y así fue, nos entregaron el uniforme y nos entregaron el manual de procedimientos del área de cocina, mientras los jefes del departamento tenían su junta, sin embargo yo presentía que algo andaba mal, de esas veces que sabes que están hablando de ti, pero ya no sabes si tú alucinas o es cierto. Y fue tal y como yo creía algo andaba mal, y no me querían para su imagen, ya que yo no cubría el peso adecuado, ni el porte. Por ello fue que me propusieron que me quedara en la institución siempre y cuando no saliera de la cocina para que los pacientes no me vieran, y no tuviera que presentarme como nutrióloga con mi notable sobrepeso. Por supuesto que de momento no dije nada y acepte su propuesta, llegue a mi casa a enfrentar lo sucedido con mi familia y decidí escribir una carta dando gracias por su propuesta, pero yo prefería asistir a un institución donde si me quisieran y pudiera aplicar mis conocimientos, y que estos fueron aprovechados a gente que si le interesa. Me pidieron una disculpa pero evidentemente yo no quería volver a poner un pie en ese lugar, donde me humillaron y me hicieron sentir como basura. Aunque de momento son golpes de la vida bastante duros te das cuenta, de que muchas veces las peores cosas nos pasan por las mejores razones, y esta no fue la excepción, el lugar destinado para mí desde el principio fue una de las grandes clínicas y yo me empeñé por miedo a conformarme con otras más pequeñas.
Por obvias razones los temores y el nervio de entrar por tercera vez a un nuevo lugar y saber que tenía que conformarme con lo que me tocaría porque no había otro lugar para mí, y que además estaría con la persona que no me quería, era más que un reto laboral, pero tomé fuerzas de donde pude para levantarme de lunes a viernes a las cuatro y media de la mañana para bañarme y estar a las 5:40 en la parada del taxi y alcanzar a llegar a la 5 y 10 a las siete. Llegar con todas las ganas de aprender e ignorar comentarios de ofensa de la gente. No niego que al principio fue bastante difícil acoplarme y darme a conocer como buena nutrióloga dentro de la institución, pero finalmente lo logré, pasé 7 meses muy feliz dentro de la institución y gracias a eso conocí a la persona que no me quería, y es una gran mujer, la quiero y la respeto por su trabajo y por su persona y me ha ayudado a desenvolverme profesionalmente y conocer más cosas sobre esta gran carrera, y aunque sé que mi estancia y mi trabajo con ella en Mexicali terminó, aprendí cosas que nunca voy a olvidar y ha sido una de las mejores etapas de mi vida, con todo los obstáculos y problemas que tuve compartiendo el espacio para vivir.